Aldo Bonanni
Poco dice al
aficionado moderno el nombre de Roberto Porta. Máxime si a la distancia temporal
le sumamos el hecho de que perteneció a la generación perdida, a la de los
jugadores que no tuvieron la oportunidad de brillar en una Copa del Mundo
debido a la Segunda Guerra Mundial.
El corazón
de Porta ya pertenecía al Nacional de Montevideo cuando vio la luz del mundo,
en el barrio Jacinto Vera de la capital uruguaya, el 7 de junio de 1913. Así lo
contaba él mismo al recordar que toda su familia, incluido su tío, el también
ex futbolista Abdón Porte, era nacionalófila.
Aunque llegó
a desempeñarse en todos los puestos de la delantera, Porta era especialmente un
fino interior izquierdo que desde su niñez soñó con jugar al futbol. Inspirado
por las grandes victorias de aquella era en que Uruguay lo ganaba todo (doble
campeón olímpico y primer campeón mundial), llegó a las inferiores del Nacional
en 1925, y cinco años más tarde debutó en un partido oficial supliendo nada
menos que a Héctor “el Mago” Scarone, el mejor futbolista uruguayo de todos los
tiempos.
Pero su
primera etapa en el club de sus amores fue breve. En Argentina iniciaba el
profesionalismo, y Porta fue tentado para irse a jugar con Independiente.
Estuvo tres campañas en Avellaneda, luciendo junto a astros como Manuel Seoane
o Antonio Sastre. De ahí, a cruzar el Atlántico para enrolarse con el
Ambrosiana, como se llamó el Inter de Milán durante buena parte del régimen de
Mussolini. Con los nerazzurri fue dos
veces subcampeón y participó en una Copa Mitropa, la cual podríamos clasificar
como la Champions de la época. En ese
periodo fue seleccionado por Italia, y aunque sólo jugó un partido,
oficialmente ganó la Copa Dr. Gerö, que de igual manera era lo más próximo a
una Euro en aquel entonces.
Pero la
etapa más brillante en la carrera del Tano,
como le llamaban cariñosamente, estaba por venir. En 1937 volvió al Nacional,
fijándose ya en su posición de entreala izquierdo. En ella, hizo una pareja
mortal con Bibiano Zapirain, el extremo por el mismo lado, y quien decía que
Porta era el mejor futbolista con el que había compartido jamás un campo. Se
estaba gestando la poderosa delantera que le daría al Nacional el quinquenio de
oro: cinco titulos consecutivos del campeonato uruguayo, de 1939 a 1943. Eran
Luis Ernesto Castro, Aníbal Ciocca, Atilio García, Roberto Porta y Bibiano
Zapirain, nombres hoy poco conocidos fuera de Uruguay, pero que constituían un
ataque de ensueño que bien podría haberle dado otro título mundial a la celeste
de haberse jugado un torneo de esa escala en aquellos violentos años.
Y si no hubo
Copa del Mundo, sí hubo una Copa América, en 1942. Porta, con la boina blanca
que le caracterizaba, estuvo ahí. El técnico Pedro Cea, quien como jugador
figurara entre los multicampeones de 1924, 1928 y 1930, echó mano prácticamente
de la misma delantera que jugaba para Nacional, prescindiendo solamente de
Atilio García –que era argentino– y colocando entonces a Ciocca como delantero
centro y a Severino Varela, del Peñarol, como interior derecho. Porta
permanecía inamovible en su posición, que era la misma en la que jugaba Cea
años atrás. El hombre de la boina, con sus pases exactos y sus remates de
volea, jugó los seis partidos del torneo, anotando cinco goles.
En ese
Sudamericano se demostró quiénes seguían siendo muy posiblemente las dos
mejores selecciones del mundo. Al igual que en 1930, Montevideo fue testigo de
cómo las dos grandes potencias rioplatenses se paseaban invictas ante el resto
de los participantes hasta encontrarse en la final. Y al igual que en 1928 en ámsterdam y en 1930 en el Centenario,
la victoria fue a parar a la orilla oriental del río.
Ese fue el
segundo y máximo galardón que Porta obtuvo jugando para una selección. Con
Nacional, entre tanto, además de los ya citados cinco títulos seguidos, ganó la
liga de 1946, las copas Aldao de 1940 y 1946, la Copa
Cofraternidad Escobar–Gerona de 1945, el Campeonato Nocturno de los Campeones
del Plata de 1938 y seis Copas de Honor consecutivas, de 1938 a 1943, ente
otros torneos de carácter amistoso.
Habiéndose retirado como jugador en 1946, fue el técnico de
la selección uruguaya entre 1973 y 1974, estando en el banquillo celeste en la X
Copa del Mundo, disputada en Alemania. El 2 de enero de 1984, mientras radicaba
en Buenos Aires, Roberto Porta y su boina blanca se elevaron al cielo de los
futbolistas.
Algunos datos estadísticos
de Roberto Porta
Participaciones con Uruguay
en Copa América
Año Partidos Goles Posición
de Uruguay
1939 4 3 Subampeón
1941 4 1 Subcampeón
1942 6 5 Campeón
1945 6 3 Cuarto
puesto
Total 20 12
Con Uruguay jugó en total 33
partidos, anotando 13 goles. Con Italia solo jugó 1 partido (24 de noviembre de
1935, contra Hungría) y no anotó. Como dato curioso, fue primero seleccionado
italiano.
La ficha de su trayectoria
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