Aldo Bonanni
Parte 2 de 3
Como se
mencionó al final de la entrega anterior, al “morir” el Marcos futbolista “nacieron”
muchos Marcos más: el árbitro, el entrenador y el periodista. Fuera de las canchas,
donde ya existía el maestro, se le dio a luz por aquellos años al abogado. Más
tarde vendrían el director y el productor de cine.
Recién
retirado de los campos de juego, don Fernando incursionó en la narración
deportiva en la estación XFAT. Poco después, viajó a Berlín para cubrir los
Juegos Olímpicos de 1936. Su voz, a partir de entonces, se escuchó en los cines
de toda América Latina como el cronista de muchos noticieros que precedían a
las películas por aquellos años. En toda su trayectoria, calculaba él mismo,
llegó a ser el locutor de más de 5 mil de estos segmentos informativos.
El árbitro
apareció en 1937, en la final de Copa jugada el 25 de octubre del referido año,
en la cual el Asturias se impuso al América por 5–3. Dos años más tarde
protagonizaría uno de los hechos más recordados de toda la historia del
balompié mexicano.
El 26 de
marzo de 1939, el Necaxa y el Asturias se enfrentaban en un partido de la liga.
La rivalidad entre ambos equipos había crecido con los años, y se había
acrecentado la campaña anterior, cuando, con tres goles de Horacio Casarín, los
rojiblancos le habían endosado a los asturianos un humillante 5–1 que les
permitió enfilarse al título de liga 1937–38. Ahora, para el de 1938–39, ambos
clubes se disputaban, junto con el Euzkadi y el España, el campeonato.
Enardecidos por la rivalidad, los albiazules iniciaron un juego violento contra
sus rivales, en concreto hacia el ya citado autor del hat trick la temporada precedente, y quien, para colmo, ya les marcaría
el primero del encuentro a los 9 minutos. Tres antes, a los seis, lo “prendió”
Carlos Laviada, y salió en camilla. A los 14 Antonio “el Negro” León le dio un
planchazo en la rodilla, tronándole el ligamento; se lesionó el menisco, y volvió
a salir en camilla. Ahí comenzaron los problemas para Marcos, quien fue acusado
de no hacer nada y permitir que la violencia se extendiera por todo el campo. Increíblemente,
Casarín volvió a la cancha una vez más, pero a los 18 minutos, en un tiro de
equina, José Soto y el ídolo necaxista saltaron en pos del balón. No tocaron la
pelota y cayeron. Soto se levantó, pero Casarín gritaba de
dolor. Ya no volvería al juego… ni en esa tarde ni en dos años más. No
obstante, el juego brusco del Asturias tuvo respuesta: el rojiblanco Marcial
Ortiz cometió una clara falta sobre Efraín Ruiz dentro del área. Marcos decretó
el penal y el Asturias anotó un gol que le permitiría rescatar el empate a 2.
El público, supuestamente enardecido por el resultado, comenzó a prender fogatas
que en poco tiempo provocaron el incendio del mayor estadio de aquel entonces
en la capital mexicana. Un estadio de madera. La versión oficial de los hechos
fue que por el mal arbitraje de Fernando Marcos la afición necaxista quemó el
recinto. Nada más injusto para nuestro biografiado. Si, efectivamente, permitió
el juego violento, especialmente contra Casarín, ello debe disociarse por
completo de lo que hoy, a la luz de los años, bien se sabe, fue un atentado
político consentido por el gobierno cardenista, de evidentes simpatías con la
República Española. Al otro lado del mar, ésta se desplomaba por aquellas
mismas fechas. El incendio del Parque Asturias el 26 de marzo y el ataque al
casino del Club España dos días más tarde fueron actos de absoluto cariz
político promovidos por alguien a quien el resultado de la Guerra Civil
Española, y no el del Asturias–Necaxa, era lo que le molestaba.
Entrenador, abogado,
director, productor…
Poco antes
de los violentos sucesos del parque Asturias, Fernando Marcos aceptó dirigir a
una selección nacional juvenil, incursionando así en la labor de técnico. Al
final de cuentas esa primera experiencia no fue del todo grata, pues sus
dirigidos perdieron el único partido que disputaron ante un combinado cubano
plagado de “juveniles” mayores de 25 años.
Pese al
escándalo del incendio, siguió siendo árbitro hasta 1942. Mientras tanto,
combinó sus apariciones en el campo con su carrera de locutor y con sus
primeras apariciones como cronista en la prensa escrita.
Pero a todo
ello sumó también una nueva profesión: en 1938 comenzó a estudiar Derecho en la
UNAM, donde fue compañero de los futuros presidentes Luis Echeverría álvarez y José López Portillo, y de
donde se graduó como abogado en 1942, mismo año en que comenzó a trabajar para
la Cadena Radio Continental. Y ya un año antes el incansable personaje había
comenzado a dirigir los noticieros de CLASA para los que prestaba su voz. De
este modo, la claqueta y la silla también se hicieron parte de su inagotable
currículum.
Las incursiones
no se detuvieron ahí: en 1948 Fernando Marcos se convirtió en productor de
cine. La película más famosa en la que intervino desde esta posición fue la
inolvidable Salón México (1949), con
Marga López, Miguel Inclán, Rodolfo Acosta, Roberto Cañedo y Mimí Derba. Sin
duda, un clásico de la época de oro.
Pero como el
protagonista de esta historia no podía hacer nunca una sola cosa a la vez, en
el mismo 1948 encaró su siguiente reto en los terrenos de juego. En una crónica
periodística criticó el mal juego del Asturias, equipo que pese a su notable plantilla
ocupaba las últimas posiciones del campeonato. El presidente del club, “para quitarle
lo hablador”, le ofreció la dirección técnica del conjunto albiazul. Marcos,
por supuesto, aceptó. Al final de la temporada, bajo su mando, el Asturias subió
hasta la quinta posición. En la campaña siguiente fue destituido del cargo. No
por malos resultados. Marcos transmitía para la radio, desde la banca, los
mismos juegos que dirigía, y al final de éstos escribía su crónica para el periódico.
Ahí estaba el problema: ya desde esa época comenzaba a molestar en México que
alguien sobresaliera en tantas cosas. Los cangrejos no perdonan el éxito.
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