martes, 26 de noviembre de 2013

Marcos, el crack todólogo

Aldo Bonanni

Parte 2 de 3

Como se mencionó al final de la entrega anterior, al “morir” el Marcos futbolista “nacieron” muchos Marcos más: el árbitro, el entrenador y el periodista. Fuera de las canchas, donde ya existía el maestro, se le dio a luz por aquellos años al abogado. Más tarde vendrían el director y el productor de cine.
Recién retirado de los campos de juego, don Fernando incursionó en la narración deportiva en la estación XFAT. Poco después, viajó a Berlín para cubrir los Juegos Olímpicos de 1936. Su voz, a partir de entonces, se escuchó en los cines de toda América Latina como el cronista de muchos noticieros que precedían a las películas por aquellos años. En toda su trayectoria, calculaba él mismo, llegó a ser el locutor de más de 5 mil de estos segmentos informativos.
El árbitro apareció en 1937, en la final de Copa jugada el 25 de octubre del referido año, en la cual el Asturias se impuso al América por 5–3. Dos años más tarde protagonizaría uno de los hechos más recordados de toda la historia del balompié mexicano.
El 26 de marzo de 1939, el Necaxa y el Asturias se enfrentaban en un partido de la liga. La rivalidad entre ambos equipos había crecido con los años, y se había acrecentado la campaña anterior, cuando, con tres goles de Horacio Casarín, los rojiblancos le habían endosado a los asturianos un humillante 5–1 que les permitió enfilarse al título de liga 1937–38. Ahora, para el de 1938–39, ambos clubes se disputaban, junto con el Euzkadi y el España, el campeonato. Enardecidos por la rivalidad, los albiazules iniciaron un juego violento contra sus rivales, en concreto hacia el ya citado autor del hat trick la temporada precedente, y quien, para colmo, ya les marcaría el primero del encuentro a los 9 minutos. Tres antes, a los seis, lo “prendió” Carlos Laviada, y salió en camilla. A los 14 Antonio “el Negro” León le dio un planchazo en la rodilla, tronándole el ligamento; se lesionó el menisco, y volvió a salir en camilla. Ahí comenzaron los problemas para Marcos, quien fue acusado de no hacer nada y permitir que la violencia se extendiera por todo el campo. Increíblemente, Casarín volvió a la cancha una vez más, pero a los 18 minutos, en un tiro de equina, José Soto y el ídolo necaxista saltaron en pos del balón. No tocaron la pelota y cayeron. Soto se levantó, pero Casarín gritaba de dolor. Ya no volvería al juego… ni en esa tarde ni en dos años más. No obstante, el juego brusco del Asturias tuvo respuesta: el rojiblanco Marcial Ortiz cometió una clara falta sobre Efraín Ruiz dentro del área. Marcos decretó el penal y el Asturias anotó un gol que le permitiría rescatar el empate a 2. El público, supuestamente enardecido por el resultado, comenzó a prender fogatas que en poco tiempo provocaron el incendio del mayor estadio de aquel entonces en la capital mexicana. Un estadio de madera. La versión oficial de los hechos fue que por el mal arbitraje de Fernando Marcos la afición necaxista quemó el recinto. Nada más injusto para nuestro biografiado. Si, efectivamente, permitió el juego violento, especialmente contra Casarín, ello debe disociarse por completo de lo que hoy, a la luz de los años, bien se sabe, fue un atentado político consentido por el gobierno cardenista, de evidentes simpatías con la República Española. Al otro lado del mar, ésta se desplomaba por aquellas mismas fechas. El incendio del Parque Asturias el 26 de marzo y el ataque al casino del Club España dos días más tarde fueron actos de absoluto cariz político promovidos por alguien a quien el resultado de la Guerra Civil Española, y no el del Asturias–Necaxa, era lo que le molestaba.

Entrenador, abogado, director, productor…

Poco antes de los violentos sucesos del parque Asturias, Fernando Marcos aceptó dirigir a una selección nacional juvenil, incursionando así en la labor de técnico. Al final de cuentas esa primera experiencia no fue del todo grata, pues sus dirigidos perdieron el único partido que disputaron ante un combinado cubano plagado de “juveniles” mayores de 25 años.
Pese al escándalo del incendio, siguió siendo árbitro hasta 1942. Mientras tanto, combinó sus apariciones en el campo con su carrera de locutor y con sus primeras apariciones como cronista en la prensa escrita.
Pero a todo ello sumó también una nueva profesión: en 1938 comenzó a estudiar Derecho en la UNAM, donde fue compañero de los futuros presidentes Luis Echeverría álvarez y José López Portillo, y de donde se graduó como abogado en 1942, mismo año en que comenzó a trabajar para la Cadena Radio Continental. Y ya un año antes el incansable personaje había comenzado a dirigir los noticieros de CLASA para los que prestaba su voz. De este modo, la claqueta y la silla también se hicieron parte de su inagotable currículum.
Las incursiones no se detuvieron ahí: en 1948 Fernando Marcos se convirtió en productor de cine. La película más famosa en la que intervino desde esta posición fue la inolvidable Salón México (1949), con Marga López, Miguel Inclán, Rodolfo Acosta, Roberto Cañedo y Mimí Derba. Sin duda, un clásico de la época de oro.
Pero como el protagonista de esta historia no podía hacer nunca una sola cosa a la vez, en el mismo 1948 encaró su siguiente reto en los terrenos de juego. En una crónica periodística criticó el mal juego del Asturias, equipo que pese a su notable plantilla ocupaba las últimas posiciones del campeonato. El presidente del club, “para quitarle lo hablador”, le ofreció la dirección técnica del conjunto albiazul. Marcos, por supuesto, aceptó. Al final de la temporada, bajo su mando, el Asturias subió hasta la quinta posición. En la campaña siguiente fue destituido del cargo. No por malos resultados. Marcos transmitía para la radio, desde la banca, los mismos juegos que dirigía, y al final de éstos escribía su crónica para el periódico. Ahí estaba el problema: ya desde esa época comenzaba a molestar en México que alguien sobresaliera en tantas cosas. Los cangrejos no perdonan el éxito.


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