miércoles, 25 de septiembre de 2013

El centenario de Bican: el hombre que más goles ha metido

Aldo Bonanni

El futbol es como un teatro, la gente paga por ello, por divertirse con los jugadores. Por lo tanto, así nos debemos conducir.

Josef Bican

El 25 de septiembre de 1913, es decir hace un siglo, nació en Viena el hombre que más goles ha anotado a nivel mundial en competencias de primera categoría en toda la historia: Josef Bican.
Integrante del wunderteam de los años 30 del siglo pasado, disputó con Austria la II Copa del Mundo, en la cual los centroeuropeos ocuparon la cuarta posición. Bican hizo sólo un gol en esta contienda, pero los otros 1478 que anotó a lo largo de su trayectoria profesional lo convierten en el amo y señor absoluto en este rubro, superando a cracks como Gerd Müller, Arthur Friedenreich, Pelé, Ernest Willimowski o su compatriota Franz Binder, todos ellos también por encima del millar de goles.

Magnífico cobrador de tiros libres y penales con ambas piernas, jugaba generalmente como interior, pero la verdad es que era capaz de ocupar cualquiera de las cinco posiciones que en su tiempo se estilaban en las delanteras: podía estar en ambas bandas, también como extremo, o jugando como centro delantero. Así de impresionante resultaba su versatilidad. Por si lo anterior fuera poco, también era capaz de correr los 100 metros planos por debajo de los 11 segundos, otra marca espectacular si consideramos los estándares de su época. Basta comparar su registro de 10.8 con el 10.3 logrado por Jesse Owens en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936. Esa velocidad constituyó el secreto para que consiguiera otro récord: el de nunca haberse lesionado. Al respecto solía decir que “el buen jugador no debe permitir que el adversario tenga la posibilidad de lesionarle. Para ello debe evitar toda situación de peligro y alejarse con el balón controlado”.
Bican inició su carrera en las inferiores del Hertha Viena a la edad de 12 años. Se había quedado huérfano de padre luego de que éste, futbolista también, falleciera a consecuencia de un golpe en los riñones recibido durante un partido. Su madre, ayudante de cocina en un restaurante, apoyó las aspiraciones de su excepcional hijo a pesar de las dificultades económicas por su viudez.
La esperanza dio frutos, y “Pepi” pasó al Schustek y luego al Farbenlutz antes de ingresar al equipo amateur del Rapid Viena. Ahí, ya con 18 años y dando las primeras muestras de su incomparable capacidad realizadora, dio el salto a la reserva y en muy poco tiempo al primer equipo. La temporada de su consagración fue la 1933–34, en la cual Hugo Meisl lo incluyó en el seleccionado austriaco, el ya referido e inolvidable wunderteam, y al final de la cual logró el primero de los 12 títulos de goleo individual que obtuvo a lo largo de su carrera. Las 28 anotaciones con las que se transformó en el máximo artillero de la liga austriaca fueron su pasaporte para el único mundial que disputó: el ya mencionado de Italia en 1934, donde formó en una delantera encabezada por otro genio: Matthias Sindelar. El único gol mundialista de Bican fue el que le hizo a Francia en Turín el 25 de mayo, dentro de los octavos de final.
En 1935 pasó al Admira vienés, pero en 1937 decidió fichar por el que sería el equipo de sus amores: el Slavia de Praga. Fue vistiendo la casaca rojiblanca de este conjunto que Bican logró sus más impresionantes registros goleadores, obteniendo con ella otros 10 títulos de máximo realizador, siete de ellos de manera consecutiva.


Pese a que un error burocrático le impidió disputar la Copa del Mundo de 1938, debutó con la selección checoslovaca en agosto de ese año. Tras la desaparición temporal de este país, Bican vistió la playera de Bohemia–Moravia, con la cual una vez le hizo un hat trick al orgulloso representativo de la Alemania nazi.
Hablando de regímenes totalitarios, nuestro biografiado se destacó también por la habilidad de evadir la política y dedicarse únicamente al futbol. Regateó sucesivamente a Hitler y a Stalin cuando tendieron su intervencionismo sobre Checoslovaquia, dejándolos igual que a los defensas: tendidos sobre el césped con la impotencia de no poder alcanzarlo.



Para Kubala, otro monstruo del balompié que también supo gambetear al comunismo, no hubo mejor futbolista en toda la historia que Bican. En 1958, cuando Laszi ya era un consagrado en el Barcelona, su ídolo de la infancia colgaba –al fin– los botines, tras más de 30 años de habérselos puesto por primera vez, y dejando la ya referida estela de casi 1500 goles anotados como profesional.
Dejó también como legado su filosofía de dar espectáculo no sólo en cada partido, sino en todo momento en que tuviera contacto con el esférico. Prueba de ello era que la afición se congregaba únicamente para verlo entrenar, y aunque más de un club llegó a aprovecharse de ello cobrando la entrada para las prácticas, el crack austro–checo llevó siempre una vida austera. Ya en su vejez, solía criticar la falta de entrega y profesionalismo de los futbolistas millonarios.

Josef Bican recibió en 2001 un reconocimiento de la IFFHS por los 12 títulos de goleo individual que logró a lo largo de su carrera. El 12 de diciembre de ese año partió al firmamento, donde ahora quizá sea posible verlo con un buen telescopio: uno de los asteroides ubicados entre Marte y Júpiter fue nombrado Pepibican en su honor. Tal vez su alma goleadora brille junto a ese cuerpo espacial, con el mismo destello de la moneda conmemorativa que hoy ha puesto en circulación el Banco Nacional de la República Checa por el centenario del hombre que más goles ha metido.



La ficha de su trayectoria

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